viernes, 5 de diciembre de 2008

Contra los mejores

Algunos de mis mejores amigos son militantes activos del FMLN, y por extensión simpatizan con el Frente Sandinista de Nicaragua. Es natural, no fueron pocos los revolucionarios salvadoreños que combatieron como internacionalistas en las batallas finales contra Somoza, y por otra parte tampoco fue escasa la ayuda que los sandinistas prestaron al FMLN durante nuestra guerra civil.

centroamerica21.com
Geovani Galeas

Nicaragua se convirtió efectivamente en la retaguardia estratégica real de los revolucionarios salvadoreños. En diversos puntos de Managua, pero sobre todo a lo largo de la carretera sur, se establecieron un sinnúmero de casas de seguridad y diversas estructuras clandestinas del FMLN, incluyendo la sede de la Comandancia General.

Managua fue un paso obligado para entrar o para salir de nuestros frentes de guerra, el punto de encuentro y de despliegue para las misiones internacionales, el centro de las comunicaciones estratégicas y de la logística, una escala del entrenamiento militar que normalmente se completaba en Cuba.

Ahí conocí a muchos de los amigos a los que me refiero, precisamente durante una fase del entrenamiento militar del batallón guerrillero unificado llamado, previsiblemente, "Ernesto Guevara". Todos sabíamos que el lado idealista de la revolución sandinista, la continuidad de los héroes caídos en la lucha, se centraba en la comandante Dora María Téllez y los comandantes Henry Ruiz y Víctor Tirado López; que el lado duro, el del poder prgmático, lo encarnaban los Ortega; y que el rostro siniestro, el del espionaje y el puñal bajo la manga de la camisa, era el de Tomas Borge y Lenin Cerna.

Todos sabíamos, también, que lo más trascendente de la revolución sandinista, es decir el humanismo que le daba sustento, se encontraba en sus artistas e intelectuales. Esa revolución fue bella porque la pintaron, la cantaron, la contaron y la pensaron ellos: Ernesto Cardenal, Carlos y Luis Enrique Mejía Godoy, Sergio Ramírez Mercado, Norma Elena Gadea, Carlos Fernando Chamorro, Víctor Hugo Tinoco, Sofía Montenegro y Gioconda Belli entre otros.

Después de la piñata sandinista, que fue el descarado robo al erario público, y del pacto de la corrupción con Arnoldo Alemán, esos artistas e intelectuales salieron avergonzados del Frente Sandinista, y se convirtieron en opositores a Daniel Ortega y sus incondicionales. Pero Ortega se niega a considerarles opositores políticos, los ha llamado traidores y "colaboradores del enemigo imperialista", y como tal ha comenzado a amenazarlos, asediarlos y reprimirlos.

Mis amigos, que se consideran militantes de la izquierda revolucionaria, guardan silencio cuando les pregunto directamente si creen, en efecto, que el padre Ernesto Cardenal, Sergio Ramírez Mercado, Henry Ruiz, Víctor Tirado López, Dora María Téllez, Los hermanos Mejía Godoy y Carlos Fernando Chamorro, entre otros, son vendidos y traidores. Ese silencio es significativo. No hay nada qué decir cuando la que hemos creído una revolución devora a sus mejores hijos.

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