El FMLN perdió la batalla por San Salvador, y ese hecho ha transformado por completo el escenario político nacional. Víctimas del desconcierto ante esa derrota, los dirigentes efemelenistas intentaron minimizarla hasta el punto en que, ante la celebración de sus adversarios, Mauricio Funes llegó a decir, en un desafortunado exabrupto, que "los areneros se conforman con tan poco".
Geovani Galeas
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Pero además, en general, las elecciones municipales y legislativas del pasado 18 de enero, también pusieron otra realidad sobre la mesa: al no concretarse ni de lejos el tan anunciado "tsunami rojo", que los efemelenistas y su candidato presidencial daban por seguro, basándose para ello en los números de las encuestas de tres universidades, comenzó a perfilarse la posibilidad contraria, es decir, la de una debacle roja.
Uno de los primeros en advertir ese escenario fue precisamente el más agudo y experimentado de los analistas de la izquierda nacional, el ex comandante guerrillero Dagoberto Gutiérrez, quien ante los resultados electorales vio confirmada la razón de las advertencias que desde hace tiempos venía haciendo a la dirigencia roja: "La izquierda partidaria al perder San Salvador ha sufrido el mayor golpe político esperable", escribió el ex comandante.
En su análisis, que puede leerse en la página electrónica oficial de la agrupación que dirige, Tendencia Revolucionaria, y que fue publicado nueve días después de los pasados comicios, Dagoberto Gutiérrez puntualiza las que a su juicio constituyen las debilidades más notorias del FMLN y de su campaña electoral:
"La omnipresente idea de que la campaña ha de privilegiar las buenas relaciones con el capital y no la confianza y la comprensión con los sectores populares; una reiterada prepotencia y triunfalismo, percibidos ambos por el pueblo, y que ha instalado en la cabeza política la idea equivocada de que una victoria electoral del FMLN está escrita en los cielos y es dictada por los Dioses; débil vocación para escuchar opiniones y pareceres de otros sectores afines o no ideológicamente, cercanos o lejanos políticamente".
Pero el ex comandante Gutiérrez no solo advierte las falencias propias del desempeño del FMLN, sino que además apunta la manera en que estas, al evidenciarse con toda claridad en el fracaso de San Salvador, se traducen en ventajas notables para la derecha frente a las próximas elecciones presidenciales de marzo: "(Ese fracaso) es un factor altamente moralizante para las filas de las derechas y Areneras y puede ser desmoralizante para las filas del FMLN". Y remarca: "El resultado electoral del 18 de enero fortalece la posición del aparato del partido ARENA frente a la clase dominante. Este es el resultado político más determinante del 18 de enero, porque es de esperar nuevos acuerdos entre los que dominan y los que gobiernan, modificando y dando fuerza a la campaña presidencial de ARENA (...)
El resultado de San Salvador es un tambor sonando para el FMLN, porque muestra y demuestra que los resultados electorales nunca están escritos en piedra y, por el contrario, tienen una arqueología suficientemente volátil para ser determinada en los últimos instantes de un tramo electoral".
Profecía cumplida
En efecto, pocos días después de publicado el análisis en cuestión se registraron, la semana anterior, dos hechos significativos: por un lado, los líderes históricos areneros y los grandes empresarios que notoriamente se habían alejado de la campaña de Rodrigo Ávila, hasta el extremo de que algunos de ellos incluso habían realizado discretas aproximaciones a la campaña de Mauricio Funes, decidieron hacer pública su decisión de cerrar filas en torno a Ávila, generando con ello una oleada de entusiasmo y optimismo en ARENA.
Por el otro lado, el diputado efemelenista Salvador Arias, que fue defenestrado públicamente por Mauricio Funes, y que hasta el momento se había mantenido en un resignado silencio, reapareció en el programa televisivo Ocho en Punto, de canal 33, sosteniendo una posición política que ha sido reiteradamente objetada por Mauricio Funes, pero reafirmada por los dirigentes más poderosos de la cúpula efemelenista: la adhesión de ese partido al "Socialismo del siglo XXI" propugnado por el coronel Hugo Chávez.
En dicho programa televisivo, Arias reivindicó punto por punto el proyecto elaborado por Shafik Hándal, cuyos elementos sustantivos (definición socialista y antisistema del FMLN, adhesión al proyecto chavista, regreso al colón y rechazo al tratado de libre comercio con los Estados unidos, entre otros), han sido rechazados por Mauricio Funes.
Mientras Funes se esfuerza por hacer creer que su paradigma es el socialismo light a la española, chilena y brasileña, Arias, manifiesta su afinidad con China, Cuba y Venezuela. Precisamente unos días antes, Mauricio Funes había reiterado al periódico El Mundo que no estaba interesado en construir el socialismo, y ni siquiera en poner las bases para su construcción. Sin embargo, cuando en el programa en cuestión el conductor del mismo, Nacho Castillo, le preguntó a Salvador Arias si la candidatura de Mauricio Funes significaba que el FMLN había renunciado al socialismo, aquél respondió: "No, los estatutos son muy claros en eso. La tarea del partido es caminar hacia el socialismo".
Lo significativo en este punto no es la postura personal de Salvador Arias, que en el mismo nivel de contradicción con Mauricio Funes ha sido manifestada por José Luis Merino, Medardo González y Salvador Sánchez Cerén, sino el hecho de que haya decidido romper su silencio, en el entendido que su posición está efectivamente sostenida en los estatutos partidarios y es compartida por las bases. En otras palabras, justo en el momento en que ARENA ha comenzado a cohesionarse nuevamente en torno a su candidato presidencial, el FMLN empieza a mostrar en público las fisuras entre el partido y Funes y sus amigos.
Se trata entonces de la apertura del escenario perfilado por Dagoberto Gutiérrez como consecuencia de los resultados del 18 de enero, en los que el fracaso efemelenista en San Salvador aparece como el factor determinante. Desde esa perspectiva es que una posible debacle roja ha comenzado a cobrar visos de realidad. Todo ello tiene explicación en un principio básico, totalmente evidente en el nuevo escenario político: la victoria moraliza y une, la derrota desalienta y divide.
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