Matices para un cambio
Por Federico Hernández Aguilar*
Mauricio Funes, el candidato del FMLN, está empeñado en alejarse de la ortodoxia ideológica que ha caracterizado al FMLN. Al menos públicamente. Pero Medardo González, Coordinador General del Frente, brindó a El Faro unas declaraciones que, de haberlas respaldado el candidato de su partido, habrían hecho saltar en pedazos esa imagen de sobriedad y moderación que los efemelenistas están tratando de proyectar. Al menos electoralmente.Medardo González dijo lo que dijo a escasos días del Enade 2008, colocando a Mauricio Funes en una situación incómoda delante de la cúpula empresarial salvadoreña. El candidato, sin embargo, no sólo subió al podio y ratificó sus posturas, sino que aprovechó la ocasión para enviar un nuevo mensaje: si llega a la Presidencia de la República, será él quien defina el rumbo, y, por lo tanto, las opiniones de los líderes partidarios, incluyendo los del FMLN, tendrán una importancia relativa, no perentoria.
Los esfuerzos de Funes por distanciarse del discurso histórico del Frente son notorios. También es evidente la intención de la ortodoxia partidaria en afirmarse ideológicamente. Las diferencias están claras, además, en puntos muy sensibles: dolarización, tratados comerciales y Ley de Amnistía. Hoy, lo que la opinión pública está tratando de leer, en la letra chiquita de este maridaje Funes-Frente, es si el país está corriendo un riesgo y cuán grande puede ser.
Primero hay que preguntarse: ¿Alguien nos está mintiendo? ¿Existe la mínima posibilidad de que esta pugna sea, en el fondo, una estrategia electoral bien planificada, en la que el candidato, para calmar a los asustadizos, opta por distanciarse periódicamente del libreto tradicional del partido, mientras que los líderes efemelenistas se encargan de tranquilizar a las bases? Si así fuera, los salvadoreños estaríamos delante de la más grande estafa política que se ha hecho al país en el último cuarto de siglo.
Ahora bien, si lo que buscamos es evitar los melodramas --y a mí me gusta poner siempre en remojo las teorías conspirativas--, la otra posibilidad es que la pugna entre candidato y partido no sólo sea real, sino que comporte diferencias que podrían llegar a ser inmanejables, tanto durante la campaña como en un eventual gobierno. Y eso está obligando a alguien, todavía ignoramos a quién, a ejercer de malabarista retórico.
Es lógico que Mauricio Funes, acostumbrado cuando era periodista a criticar el "borreguismo" político, luche ahora por no aparecer ante la gente como un monigote, como un títere de hilos bien cortos al que se le ha impuesto un parlamento. Pero también tiene su lógica que Medardo González evite el descontento de militantes habituados a reclamar la vuelta del colón, quemar la bandera norteamericana y pedir cacerías de brujas. Cuesta imaginar al ex periodista, ahora candidato, con otra postura; cuesta concebir al Frente, ahora presionado, con otro discurso.
¿Y el país, mientras tanto, a qué debe atenerse? Nadie lo sabe a ciencia cierta. Las especulaciones están a la orden del día y el nerviosismo, en muchos sectores, está creciendo. Si las posiciones de Funes terminan ganando la simpatía de los electores, él nos asegura que gobernará con pragmatismo. Y eso, en otras palabras, significa enterrar años de dogmatismo de izquierda. El FMLN tendría que meter en la gaveta los coloncitos, silenciar las consignas antiimperialistas y olvidarse de meter presos a sus enemigos de siempre.
Aunque no lo reconozca de esta manera, el candidato se quiere mostrar como un hombre dispuesto a corregirle la plana histórica al Frente. Ya sabe que ese discurso tiene "pegue". Otra cosa es que esté realmente interesado en llevar las palabras a los hechos. De ser esta su verdadera intención, los problemas que va a encarar deben verse también a la luz de la trayectoria del FMLN, que fue una guerrilla dispuesta a todo antes de convertirse en partido político.
Yo le he recomendado a mucha gente leer la autobiografía de Salvador Sánchez Cerén, candidato vicepresidencial del Frente, porque en ella hay señales bien claras, aunque no siempre explícitas, sobre la mentalidad marxista que aún galopa en las filas del partido rojo. Se trata de algo que está más allá de lo que el ex comandante quiere revelar: es una actitud, una forma de entender la realidad, una manera de razonar que se ha convertido en una manera de vivir. Y eso deja huellas profundas en las conductas y los pensamientos, en las ideas y las acciones.
Cuando Medardo González, dando voz y cuerpo a la Comisión Política del FMLN, dice que en su partido no hay espacio para "librepensadores" y que, por ejemplo, "nunca" han renunciado a la vuelta del colón, lo que en realidad está diciendo es que el término "cambio" es muy relativo dentro de sus filas. Y esa postura inquieta. Máxime si el abanderado visible del cambio que quieren proyectar, el candidato, se ha visto obligado a recordarnos, en los últimos días, que sus opiniones no están muy lejanas, ni en la teoría ni en la práctica, de las de ARENA.
*Escritor y columnista de El Diario de Hoy.
http://www.elsalvador.com/mwedh/nota/nota_opinion.asp?idCat=6342&idArt=2870122
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