"La política, en una obra literaria es como un pistoletazo en medio de un concierto, es una grosería a la que, sin embargo, no se puede negar atención".
Stendhal, La cartuja de Parma.
Berne Ayaláh
Escritor salvadoreño
redaccion@centroamerica21.com
Todo lo que hasta hoy hemos conocido como socialismo, sea en su versión "real" o soviético, el que sabe a "ropa vieja" o cubano, a "gallo pinto" o nicaragüense, del caído o levantado de las cenizas o el del siglo XXI, todos, sin excepción, le deben su vida al mercado capitalista.
El año 1989 es crítico para el mundo socialista. Fidel Castro decide fusilar a un grupo de militares considerados como héroes por la historia oficial cubana, al menos hasta que se les condenó a morir, ese mismo año, tres meses después, comenzó a caer el muro de Berlín y con este se vino a pique el mundo soviético, y la Guerra Fría llegó a su final. Alrededor de esta maraña andaba Mijaíl Gorvachov endulzando el oído con su perestroika.
¿Qué fue lo común en todas esas historias, que convivió con esos fantasmas y que logró salir adelante, aún después de esas historias de caídas de muros y de policías secretas? El mercado capitalista.
Los motivos por los que los militares cubanos fueron fusilados, a cuya cabeza estaban el general Arnaldo Ochoa, fue una enorme, pero enorme cantidad de operaciones comerciales ejecutadas bajo las reglas típicas del mercado capitalista, hayan sido lícitas o ilícitas, eso es lo de menos, porque el capitalismo como modelo global de las relaciones económicas nació en medio de las corridas de piratas y contrabandistas, no puede existir sin ser la criatura que comparte su mirada en la frontera de los mercados negros y los legales, que también tienen sus lados negros, verbigracia: los libros dúplex de contabilidad.
Las operaciones comerciales cubanas ejecutadas por la unidad especial conocida como MC, Moneda Convertible, no es otra que la adquisición de mercancías producidas en las industrias capitalistas, y no son pocas, en ella se incluyen repuestos para instrumentales hospitalarios y para la incipiente industria cubana, en todo caso para el consumo. Esos productos son comprados con divisas, las únicas que el mercado admite en sus transacciones.
Sin esas operaciones el poder de Castro se hubiese derrumbado, su vida se la debe al capitalismo.
Durante mucho tiempo el cuento del bloqueo económico ha sido una de las mayores armas de la dictadura cubana, sin embargo es conocido que las transacciones comerciales por millones de dólares, llevadas a cabo por el gobierno cubano y los mismos productores estadounidense, han tenido lugar durante mucho tiempo, con algunas requisitorias, como pagar en efectivo y por medio de terceros países.
El mercado, tan demonizado es y ha sido la única manera real y posible de que el así llamado "socialismo" esté en pie, aunque manco y con muletas, con los ojos ciegos y los dientes sin filo.
El socialismo no puede ser más que hijo del mercado por una fórmula surgida de la misma reflexión marxista: la política es la síntesis de la economía. Nombres requieren los hijos cuando nacen, lo otro es, cómo decirlo, apellidos, sí, apellidos.
II
Hugo Chávez es hoy día el hombre que pretendió asumir como suya la bandera del socialismo en el siglo XXI, un socialismo sin alma y muy negro por cierto, como el petróleo crudo. No se requiere de genialidades especiales para comprender por qué un militar tan rústico como él, haya podido erigirse hasta hoy como un abanderado de la democracia socialista. "El dinero empareja barrancos", un adagio no marxista pero objetivo y comprobable aquí y en toda América.
Los cubanos están detrás del diseño chavista (no sólo de su aparato de seguridad), y a Fidel y a sus amigos poco les importa si el modelo funciona o no, si tendrá vida larga o corta. Se trata de una correlación internacional que sirve con mayor decisión al gobierno cubano, de ahí que poco importa el nombre que le demos a las cosas, total, estamos hablando, como lo dijo Stendhal, de asuntos muy feos. Si hay alguien utilitarista en el mundo, a lo Maquiavelo, son los poderes cubanos.
El mercado capitalista termina en la boca de un túnel, donde importan dos cosas esenciales: las mercancías y el precio que se debe pagar por ellas. En torno a ello gira el alma de ese mecanismo tan intenso que hace girar no sólo el planeta sino que mantiene cuerda o loca a las personas, sobrias o depresivas, vivas o suicidadas. Aunque el amor mate, las estadísticas comprueban que es más fácil morir por una deuda que por una hermosa mujer que se fue con el jardinero. Las crisis económicas también producen golpes de Estado, donde nunca faltan los muertos y los que se tiran del barco.
Chávez ha implantado en el continente una idea que alimentó con millones de dólares extraídos del mercado de los hidrocarburos. Venezuela, su país, es uno de los miembros más importantes de la organización que define los precios del petróleo en el mundo. Su modelo, su poder político, es tan frágil porque no depende del poder de ningún partido o del apoyo de "las masas", mucho menos de las ideas, que son tan decisivas, depende del precio que el petróleo tenga en el mundo de los mercados.
Las regalías y los compromisos asumidos a lo loco por su gobierno con muchos países a la vez de ser su más ambicioso plan estratégico de cara al mundo, es su punto más débil, y todo gracias al mercado y al "imperialismo yanqui" que le sigue comprando mucho petróleo.
Si el modelo soviético fue un capitalismo monopolista de estado, lo de Chávez es una silueta engordada con petrodólares con un nombre inapropiado donde las ideas sirven más para la salsa que para un programa de futuro sostenible. Chávez cometió un error político muy grave, confiar en los cubanos, ponderando las relaciones internacionales en un mundo tan difuso y cambiante, despilfarrando miles de millones de dólares en gobiernos que más temprano que tarde serán relevados.
Si en lugar de tirar el dinero a la calle hubiera implementado programas productivos con su misma gente, hubiese consolidado su poder. Los mayores ganadores como siempre son los cubanos, ellos no tienen problemas decisivos con la bolsa de valores y la venta del crudo, además han tenido la suerte de no pagar deudas externas, ni intereses, pues los soviéticos cerraron la factura, que hoy paga Chávez. Cuando él se haya ido vendrá alguien más.
III
El dinero es vital para sacar adelante a cualquier país, pero el dinero no tiene alma, se puede volver el alma de la gente, y eso es lo peligroso, porque cuando se acaba también se acaban los paradigmas. Es ahí donde está la trampa en la que cayó Chávez.
Hay un responsable que ha dado vida al socialismo, el mismo que lo puede destruir de un solo golpe, el mercado capitalista. En política es como decir que la más genial de las invenciones de la derecha fue ponerle cuerdas al títere y llamarlo cariñosamente, izquierda.
En el mercado descansan las leyes básicas y fundamentales de la existencia humana, en el mismo, además, se transfieren los más macabros procesos de contrabando y pillaje que hoy día se dan a nivel planetario.
Esto nos lleva a una pregunta: ¿podría la humanidad vivir sin mercado? Ya no hablamos de socialismo, sino de humanidad, es decir, ¿llegará el hombre un día a vivir en un mundo donde no sea necesario comprar ni vender?.
En el segundo tomo de El Capital, Marx dedica la filosofía aplicada al modelo capitalista sustancialmente al universo del mercado, las mercancías, los precios, la producción y el intercambio que es el método natural de aquél. Marx asocia mercado con capitalista, no sólo como figura económica sino como ser personificado que al comprar bienes de uso intercambia valores producidos por él con los producidos otro similar.
Si el mercado es el mar típico del capitalista, inevitable por cierto, debemos definir algo sumamente interesante: Chávez y su gobierno no son más que capitalistas que utilizan el método socialista de intervención estatal en los asuntos de la economía, sustancialmente en la repartición de lo que no les pertenece, en lo demás, en todo, absolutamente en todo, deben atenerse a las leyes del mercado.
Su modelo depende de los precios, no puede salir de ahí pues su alma es el precio de su sangre negra, una ley infranqueable pues como dice Marx: "A medida que se prolonga el tiempo de circulación de las mercancías, aumenta, como es lógico, el riesgo de que cambien los precios en el mercado de ventas, pues aumenta el período dentro del cual puede efectuarse ese cambio de precios".
El mercado no es sólo un mar de acontecimientos culturales, es, ante todo una ley de la convivencia de los humanos, tan radical como la gravedad, tan inevitable como el sol, tan absoluta como la vida, en él flotan o se ahogan los que venden y compran, no importa si quieren tener el apellido del padre adoptivo o vivir de incógnitas, total, ahí, en sus aguas, todos son capitalistas.
http://centroamerica21.com/edicion81/pages.php?Id=504
El año 1989 es crítico para el mundo socialista. Fidel Castro decide fusilar a un grupo de militares considerados como héroes por la historia oficial cubana, al menos hasta que se les condenó a morir, ese mismo año, tres meses después, comenzó a caer el muro de Berlín y con este se vino a pique el mundo soviético, y la Guerra Fría llegó a su final. Alrededor de esta maraña andaba Mijaíl Gorvachov endulzando el oído con su perestroika.
¿Qué fue lo común en todas esas historias, que convivió con esos fantasmas y que logró salir adelante, aún después de esas historias de caídas de muros y de policías secretas? El mercado capitalista.
Los motivos por los que los militares cubanos fueron fusilados, a cuya cabeza estaban el general Arnaldo Ochoa, fue una enorme, pero enorme cantidad de operaciones comerciales ejecutadas bajo las reglas típicas del mercado capitalista, hayan sido lícitas o ilícitas, eso es lo de menos, porque el capitalismo como modelo global de las relaciones económicas nació en medio de las corridas de piratas y contrabandistas, no puede existir sin ser la criatura que comparte su mirada en la frontera de los mercados negros y los legales, que también tienen sus lados negros, verbigracia: los libros dúplex de contabilidad.
Las operaciones comerciales cubanas ejecutadas por la unidad especial conocida como MC, Moneda Convertible, no es otra que la adquisición de mercancías producidas en las industrias capitalistas, y no son pocas, en ella se incluyen repuestos para instrumentales hospitalarios y para la incipiente industria cubana, en todo caso para el consumo. Esos productos son comprados con divisas, las únicas que el mercado admite en sus transacciones.
Sin esas operaciones el poder de Castro se hubiese derrumbado, su vida se la debe al capitalismo.
Durante mucho tiempo el cuento del bloqueo económico ha sido una de las mayores armas de la dictadura cubana, sin embargo es conocido que las transacciones comerciales por millones de dólares, llevadas a cabo por el gobierno cubano y los mismos productores estadounidense, han tenido lugar durante mucho tiempo, con algunas requisitorias, como pagar en efectivo y por medio de terceros países.
El mercado, tan demonizado es y ha sido la única manera real y posible de que el así llamado "socialismo" esté en pie, aunque manco y con muletas, con los ojos ciegos y los dientes sin filo.
El socialismo no puede ser más que hijo del mercado por una fórmula surgida de la misma reflexión marxista: la política es la síntesis de la economía. Nombres requieren los hijos cuando nacen, lo otro es, cómo decirlo, apellidos, sí, apellidos.
II
Hugo Chávez es hoy día el hombre que pretendió asumir como suya la bandera del socialismo en el siglo XXI, un socialismo sin alma y muy negro por cierto, como el petróleo crudo. No se requiere de genialidades especiales para comprender por qué un militar tan rústico como él, haya podido erigirse hasta hoy como un abanderado de la democracia socialista. "El dinero empareja barrancos", un adagio no marxista pero objetivo y comprobable aquí y en toda América.
Los cubanos están detrás del diseño chavista (no sólo de su aparato de seguridad), y a Fidel y a sus amigos poco les importa si el modelo funciona o no, si tendrá vida larga o corta. Se trata de una correlación internacional que sirve con mayor decisión al gobierno cubano, de ahí que poco importa el nombre que le demos a las cosas, total, estamos hablando, como lo dijo Stendhal, de asuntos muy feos. Si hay alguien utilitarista en el mundo, a lo Maquiavelo, son los poderes cubanos.
El mercado capitalista termina en la boca de un túnel, donde importan dos cosas esenciales: las mercancías y el precio que se debe pagar por ellas. En torno a ello gira el alma de ese mecanismo tan intenso que hace girar no sólo el planeta sino que mantiene cuerda o loca a las personas, sobrias o depresivas, vivas o suicidadas. Aunque el amor mate, las estadísticas comprueban que es más fácil morir por una deuda que por una hermosa mujer que se fue con el jardinero. Las crisis económicas también producen golpes de Estado, donde nunca faltan los muertos y los que se tiran del barco.
Chávez ha implantado en el continente una idea que alimentó con millones de dólares extraídos del mercado de los hidrocarburos. Venezuela, su país, es uno de los miembros más importantes de la organización que define los precios del petróleo en el mundo. Su modelo, su poder político, es tan frágil porque no depende del poder de ningún partido o del apoyo de "las masas", mucho menos de las ideas, que son tan decisivas, depende del precio que el petróleo tenga en el mundo de los mercados.
Las regalías y los compromisos asumidos a lo loco por su gobierno con muchos países a la vez de ser su más ambicioso plan estratégico de cara al mundo, es su punto más débil, y todo gracias al mercado y al "imperialismo yanqui" que le sigue comprando mucho petróleo.
Si el modelo soviético fue un capitalismo monopolista de estado, lo de Chávez es una silueta engordada con petrodólares con un nombre inapropiado donde las ideas sirven más para la salsa que para un programa de futuro sostenible. Chávez cometió un error político muy grave, confiar en los cubanos, ponderando las relaciones internacionales en un mundo tan difuso y cambiante, despilfarrando miles de millones de dólares en gobiernos que más temprano que tarde serán relevados.
Si en lugar de tirar el dinero a la calle hubiera implementado programas productivos con su misma gente, hubiese consolidado su poder. Los mayores ganadores como siempre son los cubanos, ellos no tienen problemas decisivos con la bolsa de valores y la venta del crudo, además han tenido la suerte de no pagar deudas externas, ni intereses, pues los soviéticos cerraron la factura, que hoy paga Chávez. Cuando él se haya ido vendrá alguien más.
III
El dinero es vital para sacar adelante a cualquier país, pero el dinero no tiene alma, se puede volver el alma de la gente, y eso es lo peligroso, porque cuando se acaba también se acaban los paradigmas. Es ahí donde está la trampa en la que cayó Chávez.
Hay un responsable que ha dado vida al socialismo, el mismo que lo puede destruir de un solo golpe, el mercado capitalista. En política es como decir que la más genial de las invenciones de la derecha fue ponerle cuerdas al títere y llamarlo cariñosamente, izquierda.
En el mercado descansan las leyes básicas y fundamentales de la existencia humana, en el mismo, además, se transfieren los más macabros procesos de contrabando y pillaje que hoy día se dan a nivel planetario.
Esto nos lleva a una pregunta: ¿podría la humanidad vivir sin mercado? Ya no hablamos de socialismo, sino de humanidad, es decir, ¿llegará el hombre un día a vivir en un mundo donde no sea necesario comprar ni vender?.
En el segundo tomo de El Capital, Marx dedica la filosofía aplicada al modelo capitalista sustancialmente al universo del mercado, las mercancías, los precios, la producción y el intercambio que es el método natural de aquél. Marx asocia mercado con capitalista, no sólo como figura económica sino como ser personificado que al comprar bienes de uso intercambia valores producidos por él con los producidos otro similar.
Si el mercado es el mar típico del capitalista, inevitable por cierto, debemos definir algo sumamente interesante: Chávez y su gobierno no son más que capitalistas que utilizan el método socialista de intervención estatal en los asuntos de la economía, sustancialmente en la repartición de lo que no les pertenece, en lo demás, en todo, absolutamente en todo, deben atenerse a las leyes del mercado.
Su modelo depende de los precios, no puede salir de ahí pues su alma es el precio de su sangre negra, una ley infranqueable pues como dice Marx: "A medida que se prolonga el tiempo de circulación de las mercancías, aumenta, como es lógico, el riesgo de que cambien los precios en el mercado de ventas, pues aumenta el período dentro del cual puede efectuarse ese cambio de precios".
El mercado no es sólo un mar de acontecimientos culturales, es, ante todo una ley de la convivencia de los humanos, tan radical como la gravedad, tan inevitable como el sol, tan absoluta como la vida, en él flotan o se ahogan los que venden y compran, no importa si quieren tener el apellido del padre adoptivo o vivir de incógnitas, total, ahí, en sus aguas, todos son capitalistas.
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