La izquierda salvadoreña, desde su nacimiento, ha vivido entrampada en un debate irresoluble entre el extremismo y la moderación. El creciente descontento ante la dictadura militar alimentó y le dio cohesión a la radicalidad que, al inicio de los años setenta, se decantó por las armas como principal medio de lucha. Ello hizo posible, en los años ochenta, la unidad de la izquierda dispersa en un poderoso instrumento llamado FMLN.
Geovani Galeas
Director de Centroamérica 21
redaccion@centroamerica21.com
Pero se trataba de una unidad política y militar, no ideológica. Para la inmensa mayoría de los militantes del FMLN, que eran campesinos cristianos y obreros y estudiantes progresistas, el conflicto se situaba entre dictadura y democracia. Pero para un pequeño grupo dirigencial del Partido Comunista y de las FPL, que eran declaradamente marxistas-leninistas, la disyuntiva se centraba entre capitalismo y socialismo.
Al conquistar la paz, y al comenzar con ella un ciclo democrático en nuestro país, justo cuando el socialismo real se derrumbaba en el mundo, la dirigencia del FMLN se vio ante el imperativo de refundar su pensamiento estratégico. Fue entonces que, de nuevo, cobró fuerza el debate interno entre radicales y moderados.
Esa batalla de planteamientos tuvo varios episodios y diversas correlaciones de fuerza, a favor de unos o de otros en distintos momentos. Sin embargo, en términos de control del aparato partidario, la victoria fue para los radicales concentrados en el Partido Comunista y las FPL. Pero tomando en cuenta que las FPL fueron en su origen una escisión del Partido Comunista, y que su divergencia básica se había dado en torno a la forma de lucha, y no al objetivo final de la misma (la construcción del socialismo), ambas agrupaciones terminaron por fundirse de nuevo.
Esa es la historia real, y por ello es que se afirma con propiedad que el actual FMLN es nada más que el antiguo Partido Comunista salvadoreño, el mismo que por mera estrategia electoral, en los años setenta, llevó a la candidatura presidencial a dos "foráneos", el ingeniero Duarte y el general Claramount, y que ahora lleva en la misma posición al periodista Mauricio Funes. Eventualmente han cambiado las figuras y las formas de lucha, pero los objetivos siguen siendo los mismos.
Más allá de las ambigüedades de Mauricio Funes, la clara adhesión de la dirigencia de su partido al proyecto socialista de Hugo Chávez, expresamente anti norteamericano y anti capitalista, ponen en evidencia la verdadera naturaleza del desafío que los salvadoreños tenemos ante nosotros en las próximas elecciones. Y para los antiguos militantes moderados del FMLN, otra vez se perfila el dilema entre democracia y dictadura, solo que ahora la noción de dictadura está asociada a la izquierda radical y a su líder máximo: el coronel Hugo Chávez.
http://centroamerica21.com/edicion81/pages.php?Id=499
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Pero se trataba de una unidad política y militar, no ideológica. Para la inmensa mayoría de los militantes del FMLN, que eran campesinos cristianos y obreros y estudiantes progresistas, el conflicto se situaba entre dictadura y democracia. Pero para un pequeño grupo dirigencial del Partido Comunista y de las FPL, que eran declaradamente marxistas-leninistas, la disyuntiva se centraba entre capitalismo y socialismo.
Al conquistar la paz, y al comenzar con ella un ciclo democrático en nuestro país, justo cuando el socialismo real se derrumbaba en el mundo, la dirigencia del FMLN se vio ante el imperativo de refundar su pensamiento estratégico. Fue entonces que, de nuevo, cobró fuerza el debate interno entre radicales y moderados.
Esa batalla de planteamientos tuvo varios episodios y diversas correlaciones de fuerza, a favor de unos o de otros en distintos momentos. Sin embargo, en términos de control del aparato partidario, la victoria fue para los radicales concentrados en el Partido Comunista y las FPL. Pero tomando en cuenta que las FPL fueron en su origen una escisión del Partido Comunista, y que su divergencia básica se había dado en torno a la forma de lucha, y no al objetivo final de la misma (la construcción del socialismo), ambas agrupaciones terminaron por fundirse de nuevo.
Esa es la historia real, y por ello es que se afirma con propiedad que el actual FMLN es nada más que el antiguo Partido Comunista salvadoreño, el mismo que por mera estrategia electoral, en los años setenta, llevó a la candidatura presidencial a dos "foráneos", el ingeniero Duarte y el general Claramount, y que ahora lleva en la misma posición al periodista Mauricio Funes. Eventualmente han cambiado las figuras y las formas de lucha, pero los objetivos siguen siendo los mismos.
Más allá de las ambigüedades de Mauricio Funes, la clara adhesión de la dirigencia de su partido al proyecto socialista de Hugo Chávez, expresamente anti norteamericano y anti capitalista, ponen en evidencia la verdadera naturaleza del desafío que los salvadoreños tenemos ante nosotros en las próximas elecciones. Y para los antiguos militantes moderados del FMLN, otra vez se perfila el dilema entre democracia y dictadura, solo que ahora la noción de dictadura está asociada a la izquierda radical y a su líder máximo: el coronel Hugo Chávez.
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