Por Manuel Hinds*
Hay mucha gente en el país que cree ingenuamente en tres cosas: Primero, que el FMLN se ha convertido en un partido de izquierda moderada, que si gana las elecciones gobernaría como lo ha hecho Lula en Brasil y los socialistas democráticos en Chile --es decir, manteniendo la democracia y la economía de mercado-. Segundo, que el FMLN está bien capacitado y motivado para mejorar la situación económica. Tercero, que el pueblo tiene los mecanismos suficientes como para quitar al FMLN del poder si éste quiere implantar una tiranía, haciendo lo mismo que han hecho Fidel Castro en Cuba, Hugo Chávez en Venezuela y todos sus seguidores. Estas creencias allanan el camino que siguen los que quieren establecer una tiranía. Esto surge a la vista al analizar las etapas del camino que los tiranos han seguido a través de la historia para establecer sus tiranías.
Este camino tiene tres etapas principales: Primero, el escalamiento del poder, que puede ser con una guerra (como en Cuba y como en Nicaragua en la primera vez del sandinismo) o a través de elecciones (como en Venezuela, Bolivia , Ecuador y Nicaragua en la segunda vez; segundo, la imposición de la tiranía, que se lleva a cabo ya una vez en el poder, y, tercero, la consolidación y el mantenimiento de la tiranía.
Para los que creen que el FMLN tiene el incentivo y la capacidad para mejorarles la situación económica, el punto esencial a comprender es que el fracaso económico del país es deseable en cada una de estas etapas: durante las campañas políticas antes de ser electos, para culpar al gobierno por la mala situación económica; en el proceso de imponer la dictadura ya en el gobierno, para generar la lucha de clases que divida a la sociedad y se genere el pretexto de evitar el caos para justificar una dictadura, y cuando ya ésta ha sido establecida, para que el fracaso económico mantenga débil a la sociedad, que entonces no puede oponerse al tirano. Este es el camino marcado por todas las dictaduras comunistas en el mundo, y por Cuba y Venezuela en Latinoamérica.
Para entender esta dinámica es necesario examinar en más detalle las tres etapas del camino: En la primera etapa, el futuro tirano tiene que disimular muy bien lo que quiere hacer, ya que para ganar el poder, sea por guerra o por elecciones, es necesario contar con el apoyo de una gran parte de la población, y para lograrlo no puede anunciar sus planes y debe más bien calmar a la población con respecto a sus intenciones, presentándose como un defensor de la democracia y de la economía de mercado.
Aun Fidel Castro subió al poder prometiendo que lo que haría sería derrocar al dictador Batista y estableciendo un régimen democrático en el país. Jamás, por supuesto, dijo que pensaba quedarse en el poder por 50 años, jamás dijo que iba a eliminar el mercado y la democracia e iba a instalar un régimen comunista. Si lo hubiera dicho, no hubiera podido ganar su guerra --al igual que si el FMLN dijera que piensa hacer lo mismo que hizo Castro no podría ganar las elecciones--. Igual hizo Hugo Chávez, que juró no tocar las libertades de los venezolanos. Igual los otros. A esta etapa se le puede llamar la del tratamiento anestésico --dormir a la población con respecto a las verdaderas intenciones del futuro tirano.
En la segunda etapa, el futuro tirano crea serios problemas económicos y culpa de ellos al sector privado, propiciando una lucha de clases que agrava la situación económica y divide a la sociedad. Con la situación cada vez más caótica, el tirano en ciernes pide poderes cada vez mayores para restablecer el orden. En la represión que sigue, el tirano en ciernes usa estos poderes para aplastar a los que podrían haberse opuesto a la instalación de la tiranía. Por eso, mientras peores sean sus propias políticas económicas, mejor para el tirano en ciernes.
Salvador Allende, que iba por este camino en Chile, generó una enorme inflación y acusó a las empresas de que no estaban pagando lo suficiente, obligándolas con grandes huelgas a peder dinero y poniéndolas al borde de la quiebra, lo cual le daba pie a nacionalizarlas, supuestamente para impedir el aumento en el desempleo. Chávez ha usado la misma táctica una y otra vez, lo mismo que los otros. La justificación para crear la tiranía es precisamente que todo está saliendo mal, para lo cual el gobierno debe asegurarse de que todo está mal y de que la culpa le caiga al sector privado y los enemigos políticos del tirano.
Luego viene la calma del cementerio, en el que toda la sociedad debe depender de la voluntad del tirano para poder tener un trabajo, ganar un sueldo, sostener a la familia --lo cual se logra en una sociedad miserable--. En ese momento la gente que ha tenido creencias ingenuas entiende que la han engañado. Pero ya es muy tarde. En El Salvador todavía hay tiempo de entender este proceso.
*Máster en Economía, Northwestern University. Columnista de El Diario de Hoy.
Hay mucha gente en el país que cree ingenuamente en tres cosas: Primero, que el FMLN se ha convertido en un partido de izquierda moderada, que si gana las elecciones gobernaría como lo ha hecho Lula en Brasil y los socialistas democráticos en Chile --es decir, manteniendo la democracia y la economía de mercado-. Segundo, que el FMLN está bien capacitado y motivado para mejorar la situación económica. Tercero, que el pueblo tiene los mecanismos suficientes como para quitar al FMLN del poder si éste quiere implantar una tiranía, haciendo lo mismo que han hecho Fidel Castro en Cuba, Hugo Chávez en Venezuela y todos sus seguidores. Estas creencias allanan el camino que siguen los que quieren establecer una tiranía. Esto surge a la vista al analizar las etapas del camino que los tiranos han seguido a través de la historia para establecer sus tiranías.
Este camino tiene tres etapas principales: Primero, el escalamiento del poder, que puede ser con una guerra (como en Cuba y como en Nicaragua en la primera vez del sandinismo) o a través de elecciones (como en Venezuela, Bolivia , Ecuador y Nicaragua en la segunda vez; segundo, la imposición de la tiranía, que se lleva a cabo ya una vez en el poder, y, tercero, la consolidación y el mantenimiento de la tiranía.
Para los que creen que el FMLN tiene el incentivo y la capacidad para mejorarles la situación económica, el punto esencial a comprender es que el fracaso económico del país es deseable en cada una de estas etapas: durante las campañas políticas antes de ser electos, para culpar al gobierno por la mala situación económica; en el proceso de imponer la dictadura ya en el gobierno, para generar la lucha de clases que divida a la sociedad y se genere el pretexto de evitar el caos para justificar una dictadura, y cuando ya ésta ha sido establecida, para que el fracaso económico mantenga débil a la sociedad, que entonces no puede oponerse al tirano. Este es el camino marcado por todas las dictaduras comunistas en el mundo, y por Cuba y Venezuela en Latinoamérica.
Para entender esta dinámica es necesario examinar en más detalle las tres etapas del camino: En la primera etapa, el futuro tirano tiene que disimular muy bien lo que quiere hacer, ya que para ganar el poder, sea por guerra o por elecciones, es necesario contar con el apoyo de una gran parte de la población, y para lograrlo no puede anunciar sus planes y debe más bien calmar a la población con respecto a sus intenciones, presentándose como un defensor de la democracia y de la economía de mercado.
Aun Fidel Castro subió al poder prometiendo que lo que haría sería derrocar al dictador Batista y estableciendo un régimen democrático en el país. Jamás, por supuesto, dijo que pensaba quedarse en el poder por 50 años, jamás dijo que iba a eliminar el mercado y la democracia e iba a instalar un régimen comunista. Si lo hubiera dicho, no hubiera podido ganar su guerra --al igual que si el FMLN dijera que piensa hacer lo mismo que hizo Castro no podría ganar las elecciones--. Igual hizo Hugo Chávez, que juró no tocar las libertades de los venezolanos. Igual los otros. A esta etapa se le puede llamar la del tratamiento anestésico --dormir a la población con respecto a las verdaderas intenciones del futuro tirano.
En la segunda etapa, el futuro tirano crea serios problemas económicos y culpa de ellos al sector privado, propiciando una lucha de clases que agrava la situación económica y divide a la sociedad. Con la situación cada vez más caótica, el tirano en ciernes pide poderes cada vez mayores para restablecer el orden. En la represión que sigue, el tirano en ciernes usa estos poderes para aplastar a los que podrían haberse opuesto a la instalación de la tiranía. Por eso, mientras peores sean sus propias políticas económicas, mejor para el tirano en ciernes.
Salvador Allende, que iba por este camino en Chile, generó una enorme inflación y acusó a las empresas de que no estaban pagando lo suficiente, obligándolas con grandes huelgas a peder dinero y poniéndolas al borde de la quiebra, lo cual le daba pie a nacionalizarlas, supuestamente para impedir el aumento en el desempleo. Chávez ha usado la misma táctica una y otra vez, lo mismo que los otros. La justificación para crear la tiranía es precisamente que todo está saliendo mal, para lo cual el gobierno debe asegurarse de que todo está mal y de que la culpa le caiga al sector privado y los enemigos políticos del tirano.
Luego viene la calma del cementerio, en el que toda la sociedad debe depender de la voluntad del tirano para poder tener un trabajo, ganar un sueldo, sostener a la familia --lo cual se logra en una sociedad miserable--. En ese momento la gente que ha tenido creencias ingenuas entiende que la han engañado. Pero ya es muy tarde. En El Salvador todavía hay tiempo de entender este proceso.
*Máster en Economía, Northwestern University. Columnista de El Diario de Hoy.
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