viernes, 21 de noviembre de 2008

Respondiendo dos preguntas suspicaces


A propósito de la publicación de los avances sobre la matanza perpetrada por las FPL en el frente paracentral, pero sobre todo por la puesta en circulación del libro esta misma semana, algunos lectores me han preguntado por qué hablar de estas cosas tan graves precisamente en estos momentos, y cuando el señalado como máximo responsable de esa barberie es Salvador Sánchez Cerén, candidato a la vice presidencia de la república por el FMLN.

Geovani Galeas
Director Centroamérica 21
redaccion@centroamerica21.com

La respuesta es muy sencilla: precisamente este es el momento más adecuando para sacar a luz esos hechos, puesto que el electorado tiene derecho a conocer en todo lo posible la trayectoria de quienes le piden su voto. Escrutar hasta el último detalle de la vida pública de quienes pueden ocupar cargos relevantes para el destino nacional, es lo más normal y necesario en cualquier democracia.

Pero, preguntan otros, ¿por qué hablar de la matanza del frente paracentral y no de la del Mozote, la del Sumpul o la de los padres jesuitas? También es sencilla la respuesta: esos hechos ya han sido abundantemente investigados y hechos del conocimiento público en todos sus detalles, incluso por la Comisión de la Verdad. Por el contrario, las más de mil ejecuciones ordenadas por las FPL, contras sus propios combatientes y colaboradores civiles, ha sido acallada hasta ahora.

Víctimas inocentes fueron aquellos. Víctimas inocentes son estos, y en ambos casos hay responsables y familias adoloridas. Lo perverso es pedir reivindicación y justicia para unos, y solicitar indiferencia y olvido para los otros, castigo para unos asesinos y premio para otros asesinos. En este punto no hay discusión posible, dado el tamaño de la incoherencia.

Haber ordenado más de mil ejecuciones de combatientes y colaboradores civiles es una monstruosidad sin nombre, pero es aun más perverso seguir mancillando la memoria de esos inocentes, y aumentando el dolor de sus familiares, al seguirlos llamando traidores e infiltrados. Y eso es justamente lo que con el mayor de los cinismos sigue haciendo Salvador Sánchez Cerén.

La mayoría de los torturados y ejecutados eran combatientes revolucionarios, muchos de ellos con credenciales de lucha incluso superiores a las de los actuales dirigentes del FMLN. Estamos hablando de fundadores del trabajo campesino de las FPL, de jefes de destacamentos guerrilleros, de miembros de las Fuerzas Especiales Selectas insurgentes, de profesionales urbanos que lo abandonaron todo para subir a las montañas.

Nadie que haya militado en las FPL desconoce sus nombres y sus ejecutorias, ni puede, con la mano en la conciencia, sostener que fueron traidores. Quienes no fueron a la guerra pero que ahora en la paz se dicen más revolucionarios que quienes combatieron, lo menos que podrían hacer, en lugar de vociferar insultos y amenazas contra los autores de este libro, es preguntar a los antiguos militantes de las FPL si lo los testimonios que hemos consignado son verdaderos. Les adelanto la respuesta: o será un sí rotundo, o un silencio culpable y con la mirada al suelo.

http://centroamerica21.com/edicion84/pages.php?Id=544

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